La gran mayoría de nosotros opera en absoluta transparencia. No confundir transparencia con autenticidad. El punto de obrar de ese modo o lo que es lo mismo, en automático, es que, la gran mayoría de las veces no nos damos cuenta que no nos damos cuenta. Llevándolo al plano personal, al tiempo que me hago responsable y me comprometo con mi proceso personal, siempre que realizo una acción, la que fuere, tras ella hay un modelo mental, un pensamiento que da pulso y latido a latido, gota a gota delinea mi personalidad, genera ser y muestra el tipo de ser humano que en apariencia estoy siendo.
La base y fuente de toda persona es divina mientras que el sustento de todos su pensamientos es histórico. Esto, que podemos llamar sombra personal, se desarrolla de manera natural desde la infancia. Cuando nos identificamos con determinados rasgos ideales de nuestra personalidad -como la buena educación y la generosidad, por ejemplo, cualidades que, por otra parte, son reforzadas sistemáticamente por el entorno que nos rodea- vamos configurando una determinada forma de ser. Al mismo tiempo, vamos desterrando a la sombra otras cualidades que no se adecuan a esa imagen ideal. Así se van edificando estos dos aspectos de mi personalidad y que a la larga o la corta entran en tensión.
Esa sombra contiene todo tipo de capacidades potenciales sin manifestar, cualidades que no he desarrollado ni expresado. Esa sombra que es inconsciente y me complementa, representa las características que mi personalidad consciente no quiere reconocer e idealmente rechaza, olvida y destierra a lo más profundo de mí para reencontrarlas más tarde en los enfrentamientos con los demás y conmigo mismo.
Referido a los enfrentamientos conmigo mismo llega un momento en que, por ejemplo, me pongo un objetivo y… ¡Zas! No lo cumplo. El lunes finalmente no arranqué la dieta. Tampoco el martes ni el miércoles. Puede tratarse de la “dieta” o de cualquier otra actividad como dejar de fumar o algo referido a un hacer relativo a una relación de laboral, social o sentimental; me refiero a empezar algo nuevo, retomar aquello que en un momento descontinué y que siento me hace bien o también dejar eso que me hace mal. ¿Por qué será que hago (o no) eso? ¿Por qué no cumplo lo que me propongo? El eje es comenzar a hacerme las preguntas correctas. ¿Soy por lo general de cumplir todo aquello que me propongo? Esta es la parte del relato en donde empiezo a chequear el resto de los dominios que componen mi vida: el trabajo, la familia, lo social, la pareja, la salud y descubro la tensión motivada por el ideal que estoy sosteniendo y que ya no quiero hacerlo más.
Empezar a escucharme y dar lugar a mis tensiones es fundamental. Todas siempre se manifiestan en el cuerpo y el canal natural las emociones (que también se muestran y sienten en el cuerpo). Cuando no les doy lugar, a la larga o la corta, aparecen enfermedades las cuales, como dijimos, no son más que el síntoma de la tensión (y a veces lucha interna) entre el ideal aprehendido y adquirido y esa otra parte mía que algunos llaman sombra, otros esencia y los antiguos alma.
Vos, ¿das lugar a tus tensiones? ¿Qué haces con ellas? ¿Cómo les das curso? ¿Te das cuenta ahora, que hay veces que no te das cuenta? Te doy una pista: ¿Cuáles son tus sueños?
Ahora bien, si crees que esto nada tiene que ver con vos, sos libre de elegir seguir así: sin darte cuenta.