Al igual que la anterior esta entrada tiene origen en mis conversaciones privadas. Atento ahí. No vayas a creer que por declarar esto me salgo del surco de lo normal. No. Todos, en mayor o menor
medida, tenemos conversaciones automáticas. ¿O acaso nunca te viste diciéndole de todo menos lindo al prójimo por una mala maniobra de tránsito o a tu jefe o a tu pareja o a quien fuera por la razón, a tu criterio, que fuere y sin estar la otra persona frente a vos? OK. También las tenemos acerca de nosotros mismos. Ello no sólo tiene un origen lingüístico sino que además, tiene tránsito emocional y deviene en nuestro cuerpo y así vuelve a empezar. La espiral…
Volviendo del ruedo, de la auto-conversación que te quiero hablar es de la que tiene lugar cuando el cambio, de la que se da en ese preciso instante en que nos acercamos al límite de nuestra zona de confort y, si nos animamos, dependiendo de cuán temerarios seamos, lo trasponemos; cuando rompemos la habitualidad del hacer y/o del pensar: la Ansiedad.
Todos experimentamos ansiedad, especialmente cuando estamos llevando adelante una nueva experiencia. Esto es cuando estamos aprendiendo y ejecutando alguna actividad, cuando estamos siendo o por ser juzgados: una entrevista laboral, un examen, una evaluación de desempeño, una salida con alguien, pasar de un trabajo a otro y hasta un análisis clínico son algunos ejemplos.
Como siempre digo, las emociones no son ni buenas ni malas sino que están a nuestro servicio, el punto es que hacemos nosotros con y ante ellas. Análogamente ésta es nuestro sistema de alerta. La luz de la ansiedad se enciende ante algo que creemos una amenaza, algo que debo resolver. Y, más allá de si es real o infundado, algo previo al todo, lo ideal es aprender a leerME y ajustar MI curso de acción a tiempo. En circunstancias mayores puede devenir en pánico. Recuerdo una vez que me quedé en blanco total en medio de un final. Aprobé; pero de verdad que la pase mal.
Sin entrar en lo lingüístico, algunos signos en el cuerpo de que estoy experimentando esta emoción son: aumento de la presión arterial, tensión corporal; en ciertas ocasiones puede haber irritabilidad, problemas para dormir, preocupación y en tal sentido falta de claridad mental para resolver lo que me toca en ese momento. También solemos usar la palabra “nervios” o en todo caso “estoy nervioso”. Si algo viene de sorpresa y según mi grado de práctica, podría darme cuenta porque la boca se seca, trago saliva, hay sudoración (sin experimentar acaloramiento). Puede que también me encuentre en diálogos sin sentido, pensando en que debería hacer si tal o cual cosa: si “A”, entonces en ese caso debería ejecutar “B” y entonces… como si pudiera prever y así controlar lo que fuese a venir. Hasta incluso podría asociarse con desorden alimentario y en esa línea con el aumento de peso. Asociado con lo anterior, yo, cuando estoy en etapa de cambios, suelo hacer un diagrama de mi ansiedad; me peso todos los días a la misma hora y veo si fluctúa o no la línea. En términos de expresión, podemos ubicar esta emoción cuando fruncimos el seño. Esta expresión está reconocida interculturalmente y es señal de “algo a resolver”. En sintonía con esto te invito a que te pares frente al espejo y hagas esta mueca. Fruncí el seño y descubrí, si las posees, las marcas, arrugas o huellas en tu rostro de las veces de haber resuelto las cuestiones que creíste necesarias.
Llegado el caso en que lo visto te conectara en algún sentido, si detectás en vos alguno o varios signos, si te sabés ansioso, juzgás que te cierra posibilidades y quisieses conversar acerca de ello, no dudes en contactarnos haciendo click aquí
Muchas Gracias.
¡Hasta la próxima!