Como mencioné en mi nota anterior, el problema está en que no nos damos cuenta que no nos damos cuenta. En caso de que lo hayas hecho, te hago llegar mis más sinceras y auténticas ¡felicitaciones! Tomar conciencia o darse cuenta es el primer y más importante paso de un largo, difícil y por sobre todo muy valiente camino: el proceso personal. Este primer paso es el inicio de aquello que algunos llaman el “viaje del héroe”.
¿Por qué valiente? Porque requiere mucho valor animarse al auto-desafío. A lo que me refiero es a que luego de un detenido, asombroso, atento, consciente y sostenido auto-análisis te animes a realizar un cambio de observador. No es fácil dejar de llevar adelante acciones en las cuales hasta ahora confiábamos aunque éstas no resulten como nos gustaría. Siempre es más cómodo proyectar la responsabilidad del fracaso en el otro. Este es el perfil de quien aún no se dio cuenta. ¿Podes ver la diferencia? Lo que te propongo es que te comprometas con vos mismo y que te hagas responsable.
¿Qué es cambiar el observador? Se trata de ir a revisar quien estoy siendo, es hablar del tipo de ser humano que estoy siendo, buscar y encontrar las aristas y pulirlas para ser realmente Yo.
Supongamos que no me siento feliz en un determinado ámbito de mi vida. El que sea. Me despierto a la mañana y sistemáticamente no quiero ir a mi trabajo. O, cuando llega el final de mi jornada laboral, no deseo llegar a mi casa. O, se aproxima una reunión de amigos, no tengo las mismas ganas que solía tener y hasta quizás no quiero ir. Sin continuar extendiéndome en los ejemplos, se me ocurren soluciones cómodas a los tipos citados: cambiarme de trabajo, mudarme y proponerle a mis amigos de toda la vida ir a un lugar distinto. Todo afuera. Cambiar de observador no es ejecutar acciones diferentes a las habituales sino ir a revisar, de verdad, qué siento en el fondo, en lo más profundo de mi ser. Lo más probable es que si sólo modifico las acciones los resultados continúen siendo los mismos es decir, siga sin sentirme realizado, completo o bien, feliz.
Muy probablemente me encuentre en EL punto de mi vida en el cual lo anterior, hoy, me sea indiferente y en tal sentido dudar acerca de las formas de pensar o modelos mentales que sirven de sustento a mis acciones actuales sea una opción. ¿Qué fue lo que me llevó elegir mi profesión? ¿Por qué vivo en las condiciones que vivo? ¿Qué me une a mis amigos? Todas esas preguntas que me hago son el síntoma de que es momento de un cambio. La señal de que es el momento de dejar de interpretar el personaje en la obra de teatro de otros que hasta hoy venía llevando adelante para convertirme en el verdadero protagonista y director de mi vida.
¿Cómo? Lo primero es empezar a hacer eco de lo que siento y preguntarme seriamente cómo y por qué llegué hasta acá. Esto sin juzgarlo malo si no simplemente darme cuenta que quizás, dependiendo del caso, haya sido, por ejemplo, un mandato parental: “tenés que estudiar esto o aquello”. Quizás también te resuene la frase “no sé para qué me casé” o “cuando elegís a otra persona es para toda la vida”. O, en línea con los ejemplos de los que me sirvo “los amigos son la familia que uno elije”. Otro arquetipo angular bien podría ser autoritario: “las cosas se hacen así porque lo digo yo”. Siempre a modo de ejemplo, estas frases son según juzgas que algo está bien o mal y también en función de las cuales te manejaste a lo largo de toda tu vida.
Ok. Ya me di cuenta ¿¡y ahora qué?! Una vez que lo trajiste al consciente, que te diste cuenta en donde y con quien anclan los juicios según los cuales construiste tu vida el siguiente paso es desafiarlos. Comenzar a dudar de lo anterior a la vez que te ponés desafíos. Justamente “desafiar” es un término que por su etimología significa: invertir la acción en la que antes me fiaba o confiaba.
Seguramente esto te conecte con la más sabia de las emociones: el miedo. Quizás sea miedo a no saber qué hacer, miedo a qué decir o miedo al qué van a decir. Todas puertas a grandes preguntas. Preguntas que te llevan a respuestas que te conectan, a su vez, a otras y cada vez más profundas preguntas. Y así sucesivamente. Lo que te puedo asegurar es que el miedo enlaza con un sueño y más hondo aún, con un anhelo o deseo intenso que proviene de lo más profundo de tu verdadero ser. El ser mágico y único quien viniste a ser a este mundo y que no estabas escuchando hasta que te diste cuenta. Te felicito una vez más… ¡Te estás conectando!
Valor. Confianza en vos mismo. Es lo que te va a sostener a lo largo de, como dije, este apasionante viaje hacia vos mismo, tu tesoro. Porque si llegaste hasta acá con los mandatos de otros imaginate todo lo que podés hacer con tu verdaderos dones.
Por último y para cerrar, si no sentís miedo seguramente tu meta no sea lo suficiente y sabiamente grande.
¡Éxitos! Porque no me cabe la menor duda de que vos podés.