La libertad de expresión es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Se trata, lisa y llanamente, de un derecho humano. Es aquello que nos constituye en tanto tales. La capacidad de decir lo que uno piensa y cuando gusta, es mucho más valioso de lo que algunos piensan y hasta incluso nosotros mismos.
¿Cuántas veces te sentiste tentado a no decir algo? ¿Lo dijiste finalmente? En ese instante, ¿recordas sentir cómo te hubiese gustado poder izar la bandera de lo que tenías para aportar? Hasta incluso puede que eso que te ponía incómodo en tus zapatos estaba en línea con lo que el otro sí decía, pero vos, casi inmutable, optaste por el silencio y simplemente esperaste a que el rato pasara. Y te fuiste. Con eso guardado. Una vez más elegiste pasar inadvertido o, que es lo mismo, preferiste el anonimato. ¿Te preguntaste alguna vez porqué no te permitiste ser? Aclaro que me estoy refiriendo a, por ejemplo, (sólo para los hombres) no decirle a esa mujer que te gustaría tomar un café con ella; o, levantar la mano; o, sentarte con tu jefe a hablar de tus necesidades económicas actuales, vacaciones, lo que crees justo o injusto; o, decirle a alguien “te amo” o devolverle esa declaración tan básica y fundamental como un tan simple, enorme y genial “yo también te amo”; o, decir “no”, por ejemplo. Empezar con clases de teatro, canto, ponerte esa prenda que tanto que te gusta. Eh visto situaciones de personas a quienes “no le gusta” que le canten el feliz cumpleaños… Son muchos los casos y eventos que juzgo se encuadran a esta idea que quiero hacerte llegar y que a esta altura, estimo, ya caíste en la cuenta cual se ajusta a tu medida. Caso contrario, en tanto no te haga sentido, sugiero sueltes el tema acá y pases a lo próximo.
Dado que los humanos somos los únicos seres que enjuiciamos casi constantemente no puedo no entrar en la dimensión de la palabras. En tal sentido quiero destacar dos que use, justamente, varias palabras atrás y que juzgo dan el marco perfecto: “anónimo” y “animarse”.
Anónimo viene del griego (anonymous) y está compuesta por el prefijo a– (sin) y la palabra onoma (nombre), es decir “sin nombre”. Por su parte, animar proviene del latín animare y significa “dar vida”; su componente léxico es: anima. Ánima o alma, refiere a aquello que hace que las personas (y en general los seres animados) sean de una determinada forma y a la vez sería su principio vital, me refiero a “eso” que te hacer ser necesariamente quien sos y, a la vez, te da vida.
Aunque no lo creas, nuestra mente es mucho mas ingeniosa de que lo te imaginás. Así, cada vez que no te animes a levantar la mano para decir “acá estoy yo” o que es lo mismo, decir lo que te nazca decir y cruzar la línea o límite que tu mente impone, después de haber estado acá, ya sabes: te estás transgrediendo a vos mismo.
¡Hasta la próxima!
Llegado el caso en que lo leído te hubiera hecho sentido y quisieses conversar acerca de ello, no dudes en contactarme haciendo click aquí
Gracias.